miércoles, 18 de julio de 2007

El mejor Vihuelista del mundo


Por Lesly Lopez

Después de tantos años vuelvo a pisar esa casa que cuando niña me parecía la mía, fueron tantos los recuerdos que me vinieron a la mente, y por un segundo sentí que no había pasado el tiempo, que seguía siendo aquella niña que corría por los rincones de esa enorme casa de Valle de Aragón.
Ahí, sentada en el reposet del Tío Vicente y tras platicar un buen rato con mi madrina, lo ví bajar por las escalera, con mucha más calma que antes, -los varios kilos de sobre peso que tiene no le permitan moverse más rápido- con varias arrugas, con el cabello cubierto de canas y con esa característica nariz, herencia de la familia García, pero como siempre, lo que creo que nunca le va a cambiar, es esa sonrisa tímida, con la que siempre saluda, con la que siempre se presenta en la tele.
Después de abrazarme fuerte, y besarme en la mejilla, me miró un rato, preguntó por la familia y con su clásica forma de hablar rápido me dijo:”para qué soy bueno mi Lolita Ayala (por eso del periodismo), no más te recuerdo que yo no sé expresarme bien, así que me vas a tener que ayudar. Tú dime que quieres saber y si es apto para todo público, te lo cuento”.
Así empezó la charla con Víctor, Cárdenas García, mejor conocido en el mundo de la música vernácula como “El Pato”, integrante del Mariachi Vargas de Tecalitlán desde hace 47 años y según la cantante Lola Beltrán, “el mejor vihuelista del mundo”.
Al preguntarle sobre este título, suelta una carcajada y tímidamente como es su costumbre, responde: eso a mí no me consta, pero según me dicen, en una entrevista de radio, hace como veinte años, le preguntaron a Lola por los mejores músicos del país, y entre los que ella creía que eran los más capaces me mencionó, y según lo que tengo entendido, dijo que no había escuchado en ningún rincón del mundo tocar a nadie la vihuela como a mí, y por lo tanto, yo era el mejor vihuelista del mundo”.
En ese momento, “El Pato”, hace una pausa para ir a atender una llamada telefónica, y tras revisar mis notas y voltear a ver esa imagen del Pato Donald que ha estado pintada en la cochera de la casa desde que tengo memoria, me empiezo a cuestionar el origen de su apodo, o como él mismo dice: mi verdadero nombre, porque todos me conocen como Pato, realmente son pocos los que saben que el nombre que mi papá y mi mamá me pusieron es Víctor.
Nos trasladamos al segundo piso de la casa, a su cuarto para ser exactos, y me muestra la extensa colección de patos que tiene, van desde figuras de plástico del Pato Donald y del Pato Lucas, hasta cuadros, pasando por tapetes, globos, muñecos de peluche y figuras de cerámica, porcelana y madera. Ya perdí la cuenta de los que son, imagínate llevo coleccionándolos desde hace más de treinta y tantos años, y lo chistoso es que yo no he comprado ni uno, todos me los han regalado.
Y comienza a habar del origen de “El Pato”: es gracioso, realmente no tiene gran historia. Un mariachillo con el que un día me topé en un centro nocturno, ya pasado de copas me comenzó a decir así..Al otro día, la gente ya me decía “Pato”, y creo que así va a ser hasta el día que me muera. De hecho no dudes que mi lápida diga: Aquí yace el Pato.”
Su semblante alegre cambia, se pone serio y meditabundo, y pareciera como si su mirada se perdiera, como si regresara a otra época muy distante: Me da gusto que se sientan orgullosos de mí, como sabes, yo me vine del pueblo, de Concepción de Buenos Aires, Jalisco, a los diez y seis años con mi mamá, ya viuda, y con mis dos hermanos, vivimos un tiempo de arrimados con mi Tía Trini, creo que la conociste (como no conocerla, fue quién me crió, mi abuelita querida) después de unos meses, conseguimos un cuartito en el mismo edificio y mi hermano Benito y yo nos pusimos a trabajar para medio mantener la casa.
Me comenta que ese trabajo consistía en cantar por las calles con los instrumentos que su papá les había regalado tiempo antes de morir: Cuando mi papá tenía sus tierras en el pueblo y tuvo una racha de buena suerte, nos regaló a todos sus hijos instrumentos musicales, a mí me tocó una guitarrita que después me enteré que se llamaba vihuela.
Como en el pueblo no había otra cosa qué hacer, más que trabajar en el campo y distraerte aprendiendo a tocar algún instrumento, decidí hacer eso último y empecé a tomar clases con el Tío Aristeo junto con mis hermanos.
Al llegar a la capital ya teníamos conocimientos de música, tocábamos instrumentos y medio sabíamos cantar, así que no fue difícil conseguir chamba de mariachis en Garibaldi, así es que se puede decir que llevo en esto cincuenta y dos años.
Fui de una agrupación a otra, hasta una noche de 1960 que el mismísimo Silvestre Vargas, director y heredero del Mariachi Vargas de Tecalitlán, fue a verme a un cabaret donde estaba tocando y me pidió que me fuera a trabajar con ellos.
En ese momento su mirada cambia, se puede ver sus ojitos coquetos como se le llenan de lágrimas y después de suspirar me dice: “que ese señor me haya ido a buscar personalmente, hasta hoy me parece increíble. Sin pensarlo acepté y a la semana ya estaba ensayando con ellos. Recuerdo esa época y me da mucha nostalgia y alegría, porque después de tantas carencias, hambre y que a veces no tenía ni para darles a mis hijos un regalo en su cumpleaños, comenzamos a comer calientito y a pasear y por fin pude darles a mi señora y a mis niños la vida que se merecían.
Este año cumplo ya 47 en el Vargas, ese es el más grande honor de mi vida.
“El Pato” voltea a ver el reloj, que marca las cuatro de la tarde y un tanto apenado me dice que tiene que estar en el ensayo a las cinco para afinar instrumentos, así que rápidamente recojo mis cosas y nos dirigimos a las escaleras. Paso por esos estantes que si antes me parecían llenos, ahora los veo repletos de reconocimientos en varios idiomas: un Premio Lo Nuestro, Premios Furia Musical, Heraldos, etc.
Después pasamos por “el pasillo del horror” como él lo llama, donde tiene colgadas varias fotos con artistas, y algunas en lugares tan distantes como La Muralla China, La Catedral de Notre Dame, o El Teatro de la Ópera de Sydney.
Tras llamar a mi madrina para que se despida de mí, me conduce hasta la puerta y me pide que me comunique con ellos cuando llegue a mi casa, me vuelve a abrazar fuertemente y me da otro beso en la mejilla.
Casualmente, esa semana me encuentro en la televisión un programa en donde el invitado era nada menos que El Mariachi Vargas, me quedo impactada, más que antes, al verlo hacer sus solos, de mover esa manita regordeta tan rápido y con tanta agilidad, de hacer esa maravillosa música, y entonces comprendo porqué Lola Beltrán decía que era “el mejor vihuelista del mundo.”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

clarop q lo es

Carlos Bruce dijo...

¡Qué linda entrevista! Qué honor que seas tan cercana a Don Victor "El Pato" García y me llena de gusto que valores y reconozcas la grandeza de alguien que lleva la música mexicana a las cumbres del reconocimiento mundial.

Carlos Bruce dijo...

¡Qué linda entrevista! Qué honor que seas tan cercana a Don Victor "El Pato" García y me llena de gusto que valores y reconozcas la grandeza de alguien que lleva la música mexicana a las cumbres del reconocimiento mundial.