
Por Luis Moctezuma
La Arena México unas horas después de su espectáculo semanal de lucha libre sería el escenario perfecto para un enfrentamiento estilo western, y no por eso hay quien se atreva a tomar un revolver y lanzar un diálogo con aspiraciones épicas. Quienes se encuentran aquí en este momento prefieren el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y por ahora no lo practican. En el estacionamiento de la arena, que es el único acceso en sábado a las nueve y media de la mañana, un grupo de jóvenes de diferentes edades esperan a la misma persona: los habituales alumnos y un colado que camina nerviosamente en espera de una entrevista.
Cada auto que llega puede ser el que conduce Arturo Beristáin pero todos son falsas alarmas hasta una hora después de mi llegada (en este momento me arrepiento de mi puntualidad ¡media hora antes de lo acordado!). La primera impresión que tengo sobre ‘El hijo del gladiador’ es que su rostro aún necesita esa mascara que Rencor Latino (hoy Averno) le arrancó hace ya casi siete años; sus orejas muestran la marca que deja una vida con el rostro cubierto, son casi por completo lisas. Advierte a sus alumnos que comenzará un poco tarde porque necesita dar una entrevista y ellos aceptan tranquilamente. Con la aclaración del poco tiempo que queda, porque sus clases comienzan en unos minutos empieza la charla.
Como una parte de la presentación pregunto por sus inicios en la lucha. Al tocar este tema, Arturo Beristáin modera su tono de voz que unos minutos antes era elevado y burlón. Durante su estancia en el Instituto Politécnico Nacional el ahora retirado ‘Hijo del gladiador’ se encontró con la lucha olímpica. Con una voz pausada y firme recuerda su primer acercamiento con lo que sería la profesión de su vida, “en ese tiempo cuando yo estudié, para que liberaran tu cartilla tenías que hacer gimnasia”. La necesidad de una actividad física lo llevó a decidirse por los deportes de contacto, tranquilamente menciona “yo opté por lo que era la lucha olímpica” y a pesar de la mesura en sus palabras su pasión por la lucha libre se hace evidente cuando recuerda, “cuando no iba yo a la escuela me iba al gimnasio”. Y así con una actividad constante el hombre que sería desenmascarado dos veces en su vida adquirió experiencia en las confrontaciones cuerpo a cuerpo. Su respuesta es demasiado corta y me mira en espera de la siguiente pregunta.
‘El hijo del gladiador’ termina el tema de su entrada en la lucha libre y quizá buscando un poco de emotividad lanzo una pregunta que al principio es mal recibida. La lucha libre es un deporte de gran importancia en México y según demuestra la expresión de Beristáin eso es algo que debí remarcar más al preguntar sobre qué lugar ocupa este deporte en las preferencias del público mexicano. Definitivamente no le agradó que haya mencionado que no es el deporte principal en este país y evidentemente nervioso hago la aclaración: es un deporte muy importante y la lucha libre mexicana tiene un nivel que se reconoce mundialmente pero los espacios públicos que ésta recibe son menores a los de otros deportes. Mi segundo intento tiene más éxito que el anterior y ya más tranquilo el luchador retirado comienza a hablar sobre el público de la lucha libre mexicana.
Remarca que se trata de un espectáculo muy importante, “está casi al nivel del futbol”. Y no sólo eso, “a nivel mundial la lucha libre mexicana es reconocida” y me recuerda que los luchadores mexicanos son bien recibidos en el extranjero. Admite que en algunas ocasiones la lucha libre se ve opacada por otros deportes, “cuando hay una función de futbol la lucha libre baja su nivel de entrada”. Ante juegos de la selección mexicana o “el clásico” la lucha pierde auditorio pero en general es muy bien aceptada, esa es la forma en que ‘El hijo del gladiador’ percibe a su deporte. Aclara que éste es un buen momento para la liga a la que pertenece, ya que después de una deserción de luchadores estelares en la década pasada por la formación de la AAA “ya volvió a levantar otra vez el Consejo Mundial de Lucha Libre”.
Y llega la hora en que pregunto por sus enemigos, esperando que hable sobre sus mayores rivalidades en el ring y con esto acercarme al tema que tenía en mente desde el principio: la pérdida de la máscara. Para mi sorpresa Beristáin parece no guardar rencor contra nadie, ni contra quienes lo han desenmascarado pues se ve muy tranquilo cuando afirma que en la lucha libre no se crean grandes rivalidades, no al menos del tipo que podría pensarse.
En su vida luchística Arturo Beristáin se enfrentó con un gran número de contendientes en el ring; sin embargo menciona que no considera a ninguno como un verdadero rival, “no puedes especificar un rival porque encuentros tenemos varios”. A lo largo de su vida un luchador se enfrenta en muchas ocasiones contra el mismo adversario y los enfrentamientos al repetirse van creando una enemistad que va más allá del espectáculo, sin embargo “se arma rivalidad pero es esporádica”. Al hablar de antagonistas en el ring aclara la dificultad de definirlos como tales cuando “todos son enemigos” y peor aún sabiendo que “tus parejas pueden traicionarte en un momento”. Claro que tampoco es tan sencillo este negocio, “no hay enemigo fácil” y por eso jamás tomó a la ligera una lucha. Una cosa más sobre las rivalidades es que “la gente es muy independiente”, la enemistad en el cuadrilátero se da con o sin el apoyo del público.
Y después de esto no queda otra opción que lanzar la pregunta que tenía planeada desde el principio, así, directamente. Vine a hablar sobre máscaras porque un hombre que ha perdido dos en su trayectoria me parece la persona adecuada para tratar el tema. Claro que no hablo solamente de la tapa de ‘El hijo del gladiador’, la efímera existencia de ‘Talismán’ también está implícita en mi pregunta. Hablamos sobre lo que representan las máscaras para un luchador y no únicamente de aquella cubierta que utilizó cuando pertenecía a ‘La ola blanca’ (el grupo que le hizo merecedor del campeonato mundial de tríos en el 94 y el de parejas en 96).
La máscara es un elemento de gran importancia para un luchador, “es como un miembro de tu cuerpo”, al mismo tiempo que menciona esta frase las coronas alumínicas de sus dientes van mostrándose cada vez con mayor entusiasmo mientras señala sus extremidades. Después de la sonrisa dibujada al referirse a la máscara como un complemento de brazos y piernas menciona que es difícil perderla porque “la has llevado toda tu vida”. La perdida de la máscara presenta diferentes situaciones para un luchador reconocido, “cuando tienes máscara te la quitas y vuelves a ser una persona normal” pero al enfrentarse a la obligación de mostrar públicamente su rostro no sólo quedó humillado públicamente, también obtuvo el reconocimiento de los aficionados. “Cuando pierdes la máscara la gente te reconoce fácilmente”. Arturo Beristáin admite que la perdida de la máscara también tiene una cara agradable, pues con su rostro expuesto la gente puede detenerse en la calle para pedirle autógrafos o sencillamente saludarlo.
La mascara es un elemento indispensable para la lucha libre. Desde la década de los 50 comenzó a ser parte de la indumentaria básica de los luchadores y hasta cierto punto es la culpable de la fama de los grandes íconos de la lucha mexicana. La personalidad de un luchador está condensada en su mascara y esto me lleva a preguntar qué pasa con el personaje. ‘El hijo del gladiador’ no se mantuvo mucho tiempo sin máscara, su retiro vino unos cuantos años después de ese 4 de agosto en que Rencor Latino lo obligó a mostrar su rostro; sin embargo es un tema que no quiero dejar pasar y regreso sobre él. Cómo se desarrolla el personaje que encarna el luchador.
La representación en el ring del personaje es una de las partes más importantes del ejercicio luchístico. “En cuanto subes al ring tú estás desempeñando un trabajo” y para aclarar que no se trata de una profesión fácil agrega una mención al “compromiso que tienes ante el público y ante la persona que te está pagando”. Afortunadamente no todo en el cuadrilátero es rígido y tan preciso como podrían hacer pensar estas afirmaciones, “vivo mi deporte” es una consigna que nuestro luchador hace acompañada de una sonrisa. Lo que se realiza en el ring requiere una preparación profunda pero es necesaria, “es un compromiso ante mi deporte, ante la gente que paga un boleto para ir a ver”. El público decide al final si se está realizando un buen trabajo sobre el ring o no. “La gente huele las buenas luchas” y así es como se atrae a los espectadores, ofreciéndole un buen encuentro.
Sobre su actual trabajo como instructor de lucha libre ‘El hijo del gladiador’ menciona que “hay que tener paciencia, tolerancia” porque no es una labor fácil, “también hay que saber dirigir un grupo de cuarenta” mismo que no se conforma por personas de las mismas capacidades. El Consejo Mundial de Lucha Libre le ofreció una plaza en su Escuela de Lucha Libre Profesional y piensa utilizarla mientras le sea posible. A sus 59 años aún no piensa en el retiro definitivo, éste será cuando el jefe lo decida y no antes.
Me despido cerca de media hora después de lo que debía ser el inicio de sus clases para que ahora sí, los jóvenes luchadores puedan seguir con su adiestramiento sin interrupciones y con toda la atención de ‘El hijo del gladiador’. Las calles que rodean la Arena México siguen desiertas aunque ya es medio día, quizá sigan así hasta que la clase termine y los nuevos luchadores vuelvan a ocupar ese espacio vacío.
La Arena México unas horas después de su espectáculo semanal de lucha libre sería el escenario perfecto para un enfrentamiento estilo western, y no por eso hay quien se atreva a tomar un revolver y lanzar un diálogo con aspiraciones épicas. Quienes se encuentran aquí en este momento prefieren el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y por ahora no lo practican. En el estacionamiento de la arena, que es el único acceso en sábado a las nueve y media de la mañana, un grupo de jóvenes de diferentes edades esperan a la misma persona: los habituales alumnos y un colado que camina nerviosamente en espera de una entrevista.
Cada auto que llega puede ser el que conduce Arturo Beristáin pero todos son falsas alarmas hasta una hora después de mi llegada (en este momento me arrepiento de mi puntualidad ¡media hora antes de lo acordado!). La primera impresión que tengo sobre ‘El hijo del gladiador’ es que su rostro aún necesita esa mascara que Rencor Latino (hoy Averno) le arrancó hace ya casi siete años; sus orejas muestran la marca que deja una vida con el rostro cubierto, son casi por completo lisas. Advierte a sus alumnos que comenzará un poco tarde porque necesita dar una entrevista y ellos aceptan tranquilamente. Con la aclaración del poco tiempo que queda, porque sus clases comienzan en unos minutos empieza la charla.
Como una parte de la presentación pregunto por sus inicios en la lucha. Al tocar este tema, Arturo Beristáin modera su tono de voz que unos minutos antes era elevado y burlón. Durante su estancia en el Instituto Politécnico Nacional el ahora retirado ‘Hijo del gladiador’ se encontró con la lucha olímpica. Con una voz pausada y firme recuerda su primer acercamiento con lo que sería la profesión de su vida, “en ese tiempo cuando yo estudié, para que liberaran tu cartilla tenías que hacer gimnasia”. La necesidad de una actividad física lo llevó a decidirse por los deportes de contacto, tranquilamente menciona “yo opté por lo que era la lucha olímpica” y a pesar de la mesura en sus palabras su pasión por la lucha libre se hace evidente cuando recuerda, “cuando no iba yo a la escuela me iba al gimnasio”. Y así con una actividad constante el hombre que sería desenmascarado dos veces en su vida adquirió experiencia en las confrontaciones cuerpo a cuerpo. Su respuesta es demasiado corta y me mira en espera de la siguiente pregunta.
‘El hijo del gladiador’ termina el tema de su entrada en la lucha libre y quizá buscando un poco de emotividad lanzo una pregunta que al principio es mal recibida. La lucha libre es un deporte de gran importancia en México y según demuestra la expresión de Beristáin eso es algo que debí remarcar más al preguntar sobre qué lugar ocupa este deporte en las preferencias del público mexicano. Definitivamente no le agradó que haya mencionado que no es el deporte principal en este país y evidentemente nervioso hago la aclaración: es un deporte muy importante y la lucha libre mexicana tiene un nivel que se reconoce mundialmente pero los espacios públicos que ésta recibe son menores a los de otros deportes. Mi segundo intento tiene más éxito que el anterior y ya más tranquilo el luchador retirado comienza a hablar sobre el público de la lucha libre mexicana.
Remarca que se trata de un espectáculo muy importante, “está casi al nivel del futbol”. Y no sólo eso, “a nivel mundial la lucha libre mexicana es reconocida” y me recuerda que los luchadores mexicanos son bien recibidos en el extranjero. Admite que en algunas ocasiones la lucha libre se ve opacada por otros deportes, “cuando hay una función de futbol la lucha libre baja su nivel de entrada”. Ante juegos de la selección mexicana o “el clásico” la lucha pierde auditorio pero en general es muy bien aceptada, esa es la forma en que ‘El hijo del gladiador’ percibe a su deporte. Aclara que éste es un buen momento para la liga a la que pertenece, ya que después de una deserción de luchadores estelares en la década pasada por la formación de la AAA “ya volvió a levantar otra vez el Consejo Mundial de Lucha Libre”.
Y llega la hora en que pregunto por sus enemigos, esperando que hable sobre sus mayores rivalidades en el ring y con esto acercarme al tema que tenía en mente desde el principio: la pérdida de la máscara. Para mi sorpresa Beristáin parece no guardar rencor contra nadie, ni contra quienes lo han desenmascarado pues se ve muy tranquilo cuando afirma que en la lucha libre no se crean grandes rivalidades, no al menos del tipo que podría pensarse.
En su vida luchística Arturo Beristáin se enfrentó con un gran número de contendientes en el ring; sin embargo menciona que no considera a ninguno como un verdadero rival, “no puedes especificar un rival porque encuentros tenemos varios”. A lo largo de su vida un luchador se enfrenta en muchas ocasiones contra el mismo adversario y los enfrentamientos al repetirse van creando una enemistad que va más allá del espectáculo, sin embargo “se arma rivalidad pero es esporádica”. Al hablar de antagonistas en el ring aclara la dificultad de definirlos como tales cuando “todos son enemigos” y peor aún sabiendo que “tus parejas pueden traicionarte en un momento”. Claro que tampoco es tan sencillo este negocio, “no hay enemigo fácil” y por eso jamás tomó a la ligera una lucha. Una cosa más sobre las rivalidades es que “la gente es muy independiente”, la enemistad en el cuadrilátero se da con o sin el apoyo del público.
Y después de esto no queda otra opción que lanzar la pregunta que tenía planeada desde el principio, así, directamente. Vine a hablar sobre máscaras porque un hombre que ha perdido dos en su trayectoria me parece la persona adecuada para tratar el tema. Claro que no hablo solamente de la tapa de ‘El hijo del gladiador’, la efímera existencia de ‘Talismán’ también está implícita en mi pregunta. Hablamos sobre lo que representan las máscaras para un luchador y no únicamente de aquella cubierta que utilizó cuando pertenecía a ‘La ola blanca’ (el grupo que le hizo merecedor del campeonato mundial de tríos en el 94 y el de parejas en 96).
La máscara es un elemento de gran importancia para un luchador, “es como un miembro de tu cuerpo”, al mismo tiempo que menciona esta frase las coronas alumínicas de sus dientes van mostrándose cada vez con mayor entusiasmo mientras señala sus extremidades. Después de la sonrisa dibujada al referirse a la máscara como un complemento de brazos y piernas menciona que es difícil perderla porque “la has llevado toda tu vida”. La perdida de la máscara presenta diferentes situaciones para un luchador reconocido, “cuando tienes máscara te la quitas y vuelves a ser una persona normal” pero al enfrentarse a la obligación de mostrar públicamente su rostro no sólo quedó humillado públicamente, también obtuvo el reconocimiento de los aficionados. “Cuando pierdes la máscara la gente te reconoce fácilmente”. Arturo Beristáin admite que la perdida de la máscara también tiene una cara agradable, pues con su rostro expuesto la gente puede detenerse en la calle para pedirle autógrafos o sencillamente saludarlo.
La mascara es un elemento indispensable para la lucha libre. Desde la década de los 50 comenzó a ser parte de la indumentaria básica de los luchadores y hasta cierto punto es la culpable de la fama de los grandes íconos de la lucha mexicana. La personalidad de un luchador está condensada en su mascara y esto me lleva a preguntar qué pasa con el personaje. ‘El hijo del gladiador’ no se mantuvo mucho tiempo sin máscara, su retiro vino unos cuantos años después de ese 4 de agosto en que Rencor Latino lo obligó a mostrar su rostro; sin embargo es un tema que no quiero dejar pasar y regreso sobre él. Cómo se desarrolla el personaje que encarna el luchador.
La representación en el ring del personaje es una de las partes más importantes del ejercicio luchístico. “En cuanto subes al ring tú estás desempeñando un trabajo” y para aclarar que no se trata de una profesión fácil agrega una mención al “compromiso que tienes ante el público y ante la persona que te está pagando”. Afortunadamente no todo en el cuadrilátero es rígido y tan preciso como podrían hacer pensar estas afirmaciones, “vivo mi deporte” es una consigna que nuestro luchador hace acompañada de una sonrisa. Lo que se realiza en el ring requiere una preparación profunda pero es necesaria, “es un compromiso ante mi deporte, ante la gente que paga un boleto para ir a ver”. El público decide al final si se está realizando un buen trabajo sobre el ring o no. “La gente huele las buenas luchas” y así es como se atrae a los espectadores, ofreciéndole un buen encuentro.
Sobre su actual trabajo como instructor de lucha libre ‘El hijo del gladiador’ menciona que “hay que tener paciencia, tolerancia” porque no es una labor fácil, “también hay que saber dirigir un grupo de cuarenta” mismo que no se conforma por personas de las mismas capacidades. El Consejo Mundial de Lucha Libre le ofreció una plaza en su Escuela de Lucha Libre Profesional y piensa utilizarla mientras le sea posible. A sus 59 años aún no piensa en el retiro definitivo, éste será cuando el jefe lo decida y no antes.
Me despido cerca de media hora después de lo que debía ser el inicio de sus clases para que ahora sí, los jóvenes luchadores puedan seguir con su adiestramiento sin interrupciones y con toda la atención de ‘El hijo del gladiador’. Las calles que rodean la Arena México siguen desiertas aunque ya es medio día, quizá sigan así hasta que la clase termine y los nuevos luchadores vuelvan a ocupar ese espacio vacío.
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