miércoles, 18 de julio de 2007

Noche dominguera en el Califa


Por Luis Moctezuma

La puerta casi vacía permite la entrada a algunos bailarines aislados. A diferencia de lo que podrían hacer pensar los carteles de la recepción aquí nadie parece venir a bailar danzón o algún ritmo que requiera disfraz. Ni el elemento más básico de la danza de salón es indispensable para los visitantes del Califa, en el pasillo de entrada lo mismo se arrastran tenis que botas texanas y la mezclilla no es un elemento que se deje extrañar. En ningún momento la puerta queda vacía pero se encuentra muy lejos de estar abarrotada.
Adentro nadie parece preocuparse por los pequeños grupos de cuerpos dispersos en la pista, si las luces hacen alarde de mayor intensidad que los pasos de baile de los asistentes es sólo por un momento. Como la base de un reloj de arena, la pista se llena tranquilamente y el zapateo hace cada vez más evidente su presencia. Sobre el escenario se despide la primera banda, logró algunos aplausos y el honor de abrir la pista pero llega el turno de Deseado.
El uniforme fosforescente de los integrantes de “el grupo más deseado” (con esas palabras son presentados) logra el giro de un gran número de cuellos, el golpeteo casi frenético de algunas palmas y la esperada posición previa al baile. De entre los bordes de la pista comienzan a levantarse algunos para lustrar el piso a zapatazos. En el escenario los músicos practican un pazo que hace reír a algunos y moverse como una copia sin instrumentos a otros: la rodilla izquierda sube junto con el codo derecho flexionados, unos segundos y abajo para que los otros brazo y pierna copien. Los integrantes de la banda parecen seguros que con este paso es imposible perder el ritmo. Inspirada por el movimiento “deseado” la mujer del vestido verde estampado con flores se mueve tímidamente, a su lado una jovencita que parece acompañarla imita a la casi bailarina en su espacio reservado junto al escenario.
Los movimientos clásicos de la salsa se dejan ver por toda la pista de baile. La evidente diferencia entre los asiduos visitantes del California Dancing Club y los novatos no inhibe a nadie y entre giros y pasos de fantasía ya no es posible encontrar un pedazo de suelo vacío. Las mujeres que esperan en las bancas laterales se levantan por turnos para mover el bote siempre con una pareja diferente. Conocidos previamente o no las parejas se mueven como si hubieran practicado juntos, incluso el par de mujeres de movimientos pasivos aparentan haber trabajado sus pasos en conjunto. Los vestidos rojos de corte ochentero se mezclan con los sombreros vaqueros y las camisetas casi gimnasticas, aquí la forma de vestir sale sobrando, lo importante es bailar.
Sin importar lo ”deseados” que son por el público, los integrantes del segundo grupo dejan el escenario. Los minutos de música pregrabada no evitan que muchos sigan moviéndose al ritmo de lo que escuchan. Después de un par de canciones grabadas en estudio aparece el grupo que cerrará la noche. Representantes del género de moda suben al escenario “Los Escorpiones de Durango”. Para demostrar su título de “los que pican duro” los músicos comienzan a aguijonear sus instrumentos y entonan una canción que fingirá más de un final.
El estilo duranguense no es la especialidad de la mayor parte de los asistentes pero eso parece no importar. Con movimientos de todo tipo el pasito duranguenserock&salsero se adueña de la pista de baile. Algunos prefieren continuar con su estilo, el anciano de vestimenta norteña deja la esquina que había ocupado toda la noche para unirse al centro del espectáculo y el par de semibailarinas junto al escenario conserva su característico paso. Las clases de baile duranguense que imparten los Escorpiones en el escenario son consideradas por pocos, la promiscuidad rítmica llegó para quedarse. Algunos de los asistentes se retiran bajo amenaza de lluvia, otros continúan la danza ecléctica y los sobrantes observan amenazadoramente a su vaso de cerveza. La noche continúa entre música, truenos y pasos que ya no se preocupan en disimular que comprenden el ritmo.

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